* Responsabiliza a
Sheinbaum
y
Harfuch de su atentado
Por ELVIA ANDRADE BARAJAS
URUAPAN, Michoacán. 1 de noviembre de 2025.- Mientras México encendía veladoras para honrar a sus muertos, el presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, fue asesinado a balazos en pleno centro histórico, durante el Festival de las Velas. Su cuerpo cayó frente a una gigantesca figura de la Catrina, rodeado de luces encendidas, como si el escenario hubiera sido fríamente escogido para su partida. La muerte lo abrazó en el ritual más mexicano, pero fue el Estado quien lo dejó morir.
Carlos Manzo no era un político tradicional. Era el más honesto y valiente. Fue electo como independiente, sin partido, sin padrinos, sin pactos. Denunció públicamente la presencia del crimen organizado en Uruapan y su contubernio con el gobierno. Lanzó programas de recompensas para policías que combatieran al narco, y clamó públicamente por ayuda a la presidenta Claudia Sheinbaum y al secretario de seguridad Omar García Harfuch, que ignoraron su llamado.
Un político honesto y valiente como Carlos Manzo no cabía en el gobierno de MORENA, acusado de narco gobierno por la oposición del PRI, PAN, por la DEA y por el presidente Donald Trump, quien ha acusado públicamente al gobierno mexicano —bajo la administración de Morena— de estar “gobernado por los cárteles”, y ha sugerido incluso acciones militares contra redes de narcotráfico en territorio nacional.
En sus propias palabras, Manzo dijo: “No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados”. Hoy, su nombre se suma a esa lista. Y la responsabilidad política y moral recae directamente en quienes ignoraron sus llamados: Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch.
El ataque ocurrió en la noche del 1 de noviembre, mientras Manzo convivía con familias en el IX Festival de las Velas. Momentos antes cargaba en brazos a uno de sus hijos, convivía con la gente, los saludaba y se tomaba fotografías con el que se pidiera.
El fondo musical de la Llorona, los cohetes y las luces artificales confundieron el momento cuando dos hombres armados se acercaron y le dispararon seis veces. Sus escoltas repelieron la agresión. Mucha gente no se dio cuenta de lo que pasó creían que los balazos eran parte del festival.
Fue trasladado al hospital, donde murió horas después. Uno de los agresores fue abatido, los otros detenidos.
Pero la impunidad sigue viva.
Lo irónico, lo doloroso, lo simbólico: Carlos Manzo cayó frente a una Catrina, rodeado de veladoras encendidas, como si la muerte hubiera sido convocada por el mismo Estado que lo dejó solo.
El altar se convirtió en tumba. La fiesta en duelo. El silencio en grito.
Carlos Manzo confiaba en el pueblo y en las redes sociales como escudo ético y testigo público. Transmitía en vivo, se rodeaba de ciudadanos y policías municipales, y convertía cada acto en denuncia territorial.
En sus videos, se le veía acompañado por vecinos, comerciantes, niños, policías municipales que aún creían en su liderazgo. Su fe en las redes era su última esperanza: “Si me pasa algo, aquí está la prueba”, decía.
El Festival de las Velas fue transmitido en vivo. Su asesinato quedó grabado. El altar se convirtió en testimonio.
Carlos Manzo se enfrentó abiertamente a las autoridades estatales, incluyendo al gobernador Alfredo Ramírez Bedolla y al secretario de seguridad Juan Carlos Oseguera.
En múltiples ocasiones los acusó de proteger al crimen organizado, de simular operativos y de abandonar a Uruapan. Incluso hay registros de transmisiones en vivo donde Manzo confronta a policías estatales, los llama corruptos y les exige protección para su pueblo.
En junio de 2025, lanzó un programa de recompensas para policías que combatieran al narco, lo que generó tensiones con mandos estatales.
En redes sociales, se viralizó un video donde cachetea a un policía estatal y lo llama “vendido”, exigiendo que se retiren de la zona si no van a proteger a la gente.
En otra transmisión, increpa directamente al gobernador y al secretario, acusándolos de pactar con cárteles y de ignorar sus llamados de auxilio.
En redes sociales circula un video que han titulado “el discurso que le costó la vida a Manzo”, en el que dijo:
“La presidenta ha visitado Michoacán un gran sinumero de veces, y desde que ella pidió el voto a Uruapan no ha regresado. Uruapan voto por usted presidenta, voto por este movimiento independiente y le pedimos que escuche, que recapacite, que nos atienda, que encontraremos solución a esta problemática que nos esta matando, que no difiere mucho de lo que pasa en otros sitios del estado y del país.
“Pedimos respeto para el pueblo de Uruapan, pedimos justicia, pedimos presencia del gobierno federal, pedimos castigo y a los culpables. Todo el pese de la ley a estos asesinos, los queremos vivos o los queremos muertos, pero ya los queremos señor gobernador, señor fiscal, señora presidenta de México, no vamos a descansar aunque nos cueste la vida…”
🕳️ ¿Quién ordenó su muerte?
No hay pruebas directas, pero el patrón es claro:
Denunció a Alfredo Ramírez, gobernador de Michoacán, y a Juan Carlos Oseguera, secretario de seguridad. Los increpó públicamente, los acusó de proteger al narco, de abandonar al pueblo.
Cacheteó a policías estatales en vivo, los llamó corruptos.
Pidió protección a Sheinbaum y Harfuch. Nunca llegó.
Fue asesinado en un evento público, simbólico, rodeado de luz y muerte.
Ahora, el discurso oficial apunta al crimen organizado, pero millones de mexicanos son testigos de que el Estado lo abandonó.
La presidenta Sheinbaum y Harfuch han fracasado en su estrategia de seguridad. El país sigue ardiendo. Los alcaldes siguen cayendo. Los periodistas siguen siendo perseguidos. Y los ciudadanos, fiscalizados, silenciados, sometidos.
México está ardiendo.
Carlos Manzo anticipó su muerte en uno de los muchos videos que dejó como testimonio de la corrupción en la política mexicana y advirtió:
“A mí me podrán matar, levantar, intimidar o amenazar, pero afuera hay un pueblo que e4xige justicia, que ya esta cansado de los tránsitos, de las extorsiones, de los homicidios, de que les quiten su vehículo, de que se desvié el recurso público. A mi me podrán chingar, pero se quedan un tigre muy enfurecido que es el pueblo de Uruapan”.
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